miércoles, 7 de diciembre de 2011

CAPÍTULO 4

- Vale, vamos a hacerlo bien. Vamos a empezar por el principio. Vamos a retrotraernos hasta el jodido principio y lo vamos a hacer bien.

- ¿A qué principio?

- Ya sabes, al verdadero principio. Al origen. Como cuando detectan dónde ha empezado uno de esos terremotos gigantes. O un tsunami. Los tsunamis salen de los terremotos, ¿lo sabías? Bueno, más o menos. Tienen un punto de partida en común o algo así.

- Ya, pero es que yo no soy un terremoto.

- Ya sabemos que no eres un terremoro. Eso no es lo importante. Lo importante es llegar hasta el origen.

- El origen, ya sabes. Como en todas esas películas. Toda esa mierda de avanzar para llegar al principio. Como Hitchcock. Como todas esas pelis.

- Pero es que no hay principio. El principio es levantarme y no acordarme de nada.

- Bueno, eso es un principio, ¿no? ¿qué me dices de Memento? ¿qué me dices de El día de la marmota?

- No, espera, esa no va de eso, esa va de que se repite el mismo día una y otra vez.

- ¿Y él lo recuerda?

- Sí, sí, lo recuerda completamente. Esa es la que se suicida varias veces, y roba un camión blindado, y liga con Andy Macdowell.

- Vale, intentémoslo de otra manera, ¿qué cosas recuerdas?

- No recuerdo nada.

- Pero, ¿sabes de qué peli hablamos?

- No.

( FIN DE LA CONVERSACIÓN)

Y, hasta ahora, ésta tampoco es una historia de amor.

CAPÍTULO 3. LO DE ANTES.

Y lo de antes había sido Buenos Aires. Cuando todo parecía ir bien y él tenía memoria y todas esas cosas. LO DE ANTES. Y, bueno, si lo recordara, él podría decir que Buenos Aires es una ciudad extraña. Una ciudad gigante y con tres hileras de dientes y llena de cosas que hacer que a veces se hacen y otras veces no. Una ciudad mentirosa y peciosa y mal amante. Una buena ciudad.
Otro recuerdo; alguien diciéndole en una estación de trenes de otro país que parece que esté huyendo de algo. Pero ésta no es una historia de espionaje ni nada parecido. Era sólo un comentario jocoso. Una conversación de desconocidos (suponemos) en una estación de trenes. Y Buenos Aires es un poco así.
Si lo recordara, decía, probablemente hablaría de cosas que buscaba (nada especial ni poético), de cosas que hizo (borracheras, leer, perderse alguna vez por las mañanas), pero no sabría explicar muy bien su relación con una ciudad a veces mágica y a veces de un rutinario capaz de matara a cualquiera.
Pero eso es lo que tienen los lugares. Todos. Aunque, en realidad, ahora que lo pienso, si lo recordara, probablemente usaría esos recuerdos para construir una historia mucho mayor. Una historia repleta de aventuras y de encuentros magníficos con perfectos desconocidos por que, al final, ¿PARA QUÉ VIAJA UNO SI NO PARA INVENTAR UN VIAJE QUE CONTAR A ALGUIEN?

CAPÍTULO 2

Conforme intantaba recordar algunas cosas, y con la ayuda de Matías y de Lucas, convinieron en que tenía una amnesia carente de efectos. Una amnesia libre de grandes significados y de pompa pirotécnica. Sí, claro que lograba recordar alguna cosa, o, mejor, recuperar alguna sensación. Pero nada digno de un brusco giro en la historia o de sentar las bases de algún gran misterio futuro. Nada que a uno lo haga despertarse sudando, vamos.

Matías era una persona vivaraz. Un entusiasta de las pequeñas cosas. Y un aprendiz de artista circense. Le gustaba hablar y tomar mate y era fibroso como Bruce Lee.
Lucas era todo nervio, podía hablar con la misma pasión de un asado que de los animales que habían corrido y comido por algún sitio antes de entrar a formar parte de su cena. Y era un cinéfilo. Pero un cinéfilo de verdad. No se limitaba a consumir cine de, digamos, alta cultura, sino que disfrutaba con la ingenuidad de un niño igualmente de una película clásica que de una comedia de Ben Stiller.
Y eso nos lleva a una de esas sensaciones encontradas flotando en el limbo de la nada más absoluta y absorvente. Saber ver las cosas buenas que hay detrás de las otras cosas. Las que no nos gustan. Y él era un poco snob con estas cosas y le costaba no despistarse antes de llegar a esas cosas. A las que están detrás de las otras cosas. Aunque ahora no lo recuerde.

Sí, definitivamente no era una amnesia digna de hacer una película al respecto.

CAPÍTULO 1

Esta historia empieza con él despertándose. Abriendo primero un ojo y luego el otro. Y con la confusión que sigue a ese momento. Cuando se despierta, junto a él están Matías y Lucas. Aunque él no sabe quienes son. Bueno, aún no lo recuerda.
Matías está liando un cigarrillo y Lucas habla emocionado sobre alguna película que ha visto. Son hermanos.
Lo que ocurre a continuación es una lógica sucesión de preguntas, reacciones histéricas y explicaciones. Aunque a nadie que ha perdido la memoria le resultan demasiado tranquilizadoras las explicaciones. Resultan peces demasiado tontos y escurridizos como para aferrarse a su lomo.

Alrededor sólo hay una especie de desierto o algo parecido.

Parece ser que ayer todo estaba bien. Llevan grandes mochilas y tienen una especie de hornillo rudimentario para cocinar.

( .... )